Si me conoces, sabes que amo el café. No sé bien explicar porqué pero quiero intentarlo…
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Gracias por estar aquí, amo escribir y significa tanto para mí que haya personas dispuestas a recibir lo que tengo para compartir. ❤️🩹
Todo empezó cuando tendría 6 o 7 años. Estaba en Torreón, en casa de mi abuela y desayunábamos juntas. Recuerdo admirarla con curiosidad mientras tomaba su taza de café. Habría visto esta escena cientos de veces antes, pero ese día, me atreví a preguntar: “¿puedo tomar yo también?”
Mi abuela, sin contestarme, fue a la cocina y regresó sosteniendo una taza pequeñita con flores amarillas que contenía el café más lechoso que jamás haya existido. Ahora entiendo que debió de haberme calentado una buena porción de leche, la cual “pintó” con un chorrito apenas perceptible de café. En ese momento no me importó. Yo estaba feliz. Me sentía adulta– agradecida por tener un lugar en el ritual que tantas veces presencié.
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